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El día que quise ir a vivir en el bosque

Writer: Esteban Darquea CabezasEsteban Darquea Cabezas

Su pelo era castaño. Algunas partes de su cabello tenían las puntas amarillas. En la foto se veía su cabeza alborotada — como si un pequeño huracán hubiera pasado encima de ella—y a su lado, dos oficiales de policía. Sus manos estaban esposadas detrás de la espalda. Su mirada, perdida. Esa mujer había lanzado a la calle a un recién nacido, al cual tenía envuelto en unas colchas viejas y sucias. Resulta que el bebé había fallecido cuatro días antes. Esta persona, por alguna extraña razón, lo tenía entre sus brazos. Una mujer con serios problemas mentales quien, además, traía un cuchillo en su mano derecha a plena luz del día, en el centro de la ciudad. Los guardias, al ver el arma blanca, se acercaron para detenerla. En ese momento ella lanzó el bulto de tela — que resultó ser un bebé muerto — mientras intentaba huir. Lograron detenerla los guardias ciudadanos y por eso me enteré de tan perturbadora noticia.



No podría yo inventarme una historia tan absurda. Pero es verdad. Es más, anteayer mientras manejaba por el centro de la ciudad, vi a la loca caminando nuevamente, libre, por las calles de esta hermosa ciudad. Hermosa, si. Pero muchas veces también dueña de historias de este tipo. Historias de violencia, de asesinatos, de violaciones, de negligencia, de abusos, de discriminación, de dolor, de peculado y de un absoluto y grotesco silencio. Todo esto rodeado de montañas de ensueño, hermosos arcoíris que saltan de un cerro a otro y un centro colonial único en el mundo.

 

Llevo más de diez años viviendo aquí. Sus propios ciudadanos ya me consideran uno de ellos — o al menos eso siento. Incluso cuando regreso a Quito mi gente se burla de las palabras adoptadas y mi ligero cantado al hablar ¡Qué linda ciudad ésta que me acogió! pero también que tristes historias se tejen entre sus cuatro ríos. En general trato de no ver noticias — después de leer acerca de la desquiciada que lanza cadáveres neonatos podrán entender por qué. Sin embargo, es difícil hacerlo. Tarde o temprano las noticias te llegan, es inevitable, a menos que te vayas a vivir al bosque


Aunque después de meditarlo durante algunas semanas, me di cuenta de que en realidad no es eso lo que quiero. No quiero ir a vivir al bosque. Ya de por sí vivimos en un ambiente salvaje. Han cambiado algunas variables y elementos de forma, pero el fondo sigue siendo el mismo. Somos salvajes. Somos animales. Si no lo creen, solo vayan a ver lo que pasa en un grupo de gente cuando dos de ellos empiezan a pelear. Se aglutinan, corren de un lado a otro, vociferan, se chocan, caen, gritan aún más, se empujan, patean a otros en el suelo. En fin, nada diferente a una jauría de perros en el parque una tarde cualquiera. Pienso que lo mejor es aceptar que ya vivimos en el bosque, solo uno diferente al que nos vendió Bambi de Disney. El bosque en el que vivimos se asemeja más al de Jack London, salvaje e inmisericorde, solo que sin la naturaleza prístina, pues nos hemos encargado de destruirla. 


Es hora de que nos demos cuenta de esto.


ED

 
 
 

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* Las opiniones expresadas en este Blog son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de COHAB Ecuador.

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