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El Gurú

Descubrí a un personaje que supuestamente hace millonarias a las personas. Supe de él por primera vez una tarde de agosto. Me acuerdo porque recién habían terminado los vacacionales de los niños en la academia y tenía un poco más de tiempo en la tarde. Fue una de esas veces en las que entras a la madriguera del conejo como Alicia y te pierdes. Las redes sociales, los reels, los memes, y de repente el tiempo se esfuma. En fin, fue en una de esas veces que me encontré con un video de El Gurú.

 

Se veía como un tipo normal — tenía un poco cara de imbécil, pero quien soy yo para juzgar. El video era grabado por él mismo, saliendo de un centro comercial con una caja verde con filos dorados entre las manos:

 

—¿Alguna vez has ido a un mall a comprar un helado y en su lugar sales con un Rolex de $1,500? — decía el orate. Al final del video ofrecía un cursillo para formar millonarios en tres semanas. 


Mordí el anzuelo. Entré en su perfil y vi un montón de videos más. En unos hablaba por delante de pantallas llenas de gráficos de la bolsa de valores. En otros salía manejando Ferraris y Lamborghinis con modelos a su lado, hablando patrañas para un público poco educado y narcisista que termina siendo su consumidor final.





Fue tal mi curiosidad por tratar de entender quién era el público objetivo de este zopenco, que me dediqué a seguirlo en redes. Aprendí, por ejemplo, que al saturarse el mercado de cursos para millonarios, se dedicó a ofrecer cursos de fitness y nutrición para ampliar su mercado. Se inscribió en un gimnasio y se endeudó seis meses para entrenar con un reconocido personal trainer. Luego supe que varios ciclos de testosterona, enantato, trenbolona y dianabol ingresaron a su sistema por vía intravenosa durante algunas semanas para lograr el físico que le permitiría venderse como un Gurú de la salud y el bienestar que, además, creaba millonarios. Un híbrido entre Warren Buffet y Lou Ferrigno — actor que personificaba al increible Hulk en la serie de los años setenta.


Por un conocido me enteré que El Gurú aún vivía en el sótano de sus padres. El sofá cama donde dormía en el sótano le quedó pequeño después de subir casi veinte kilos de músculo. En un arranque de ira, producto de los esteroides, El Gurú se enemistó con papá y mamá y se endeudó nuevamente — usando el crédito de ellos, por supuesto. Partió a vivir solo en un departamento de un ambiente, en la zona industrial de la ciudad. Adecuó un espacio con libros y una chimenea con fuego digital, una computadora que reflejaba las mismas imágenes de la bolsa de valores y una silla de cuero donde se sentaba para grabar los videos. Plagiaba párrafos enteros de Napoleon Hill, Grant Cardone, Steve Jobs, Tim Ferris, Naval Ravikant, entre otros, para seducir a gente más pendeja que él para que gasten en esos cursos absurdos. Dinero que, al final de todo, solo cubría las deudas adquiridas por tratar de aparentar algo que no era. Pero nadie esperaba lo que sucedió después.

 

Un día, a los 29 años de edad, le diagnosticaron con alzheimer precoz — condición que afecta a menos del 10% de la población. Este diagnóstico desencadenó una serie de eventos que terminaron en una muerte inesperada en su apartamento. Su cuerpo fue encontrado algunas semanas después cuando el dueño del inmueble fue a cobrar el arriendo. Al no tener respuesta durante varios días, llamó a las autoridades.

 

La agencia de alquiler de carros exóticos, Luxury Cars, de donde salían los Ferraris, los Maserati y los Lamborghini, envió un arreglo floral de quince dólares a sus padres. El sastre italiano se lamentó que nunca cobraría la deuda de casi tres mil dólares por la tela italiana importada que exigía El Gurú. Su página de Instagram, que servía como anzuelo para los creyentes, quedará ahí para siempre. Las catorce personas que pagaron su curso para millonarios quedaron tristes —  y mil dólares más pobres —  al enterarse del macabro hallazgo por parte del propietario en esa fría mañana de diciembre, casi seis meses después de que supe de su existencia.


Murió solo, en un departamento sucio y viejo. Su tarjeta de crédito reventada por los viajes al otro lado del mundo para engatusar a los pobres diablos que buscaban una vía rápida para vivir como magnates. Ninguno de sus ciento cuarenta mil seguidores en redes fue a su velorio, ni uno.

 

Después de la llamada del oficial de criminalística, sus padres fueron al departamento y entraron, una vez que la policía y los peritos forenses terminaron su trabajo. Se encontraron de frente con las siguientes palabras perfectamente escritas con pintura en aerosol:


Aparentar primero. Ser después.


La madre agarró la mano de su esposo, la apretó con fuerza y sollozó: 


—¿Qué hicimos? — dijo con la voz entrecortada.


ED

 
 
 

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* Las opiniones expresadas en este Blog son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de COHAB Ecuador.

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