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Salle Blanche

Los niños sin sueños


Los criaban como lo hacían con los animales en el siglo pasado. Eran alimentados con las sobras de la gente de arriba, de los otros niveles. Cuando tenían el tamaño suficiente entraban a la sala blanca.


La sala blanca ó salle blanche era un espacio enorme, las paredes blancas brillantes, el piso de lona blanca y el techo lleno de focos blancos que se mezclaban con el cielo raso y mantenían la sala alumbrada el día entero. Los metían ahí desde pequeños, cada uno en una habitación.

El doctor Pavel siempre se había imaginado cuales serían los sueños que tendría una persona, si le colocas en un cuarto blanco desde el día que empiezan a razonar. Todos, absolutamente todos los seres humanos del grupo A, pasaban sus primeros veintiún años de vida en la sala blanca. Pavel empezó a experimentar con pequeños roedores cuando cursaba sus estudios de Ingeniería Genética en el Departamento de Ciencias Aplicadas de la Facultad. No fue mucho después que recibió la aprobación de las altas cúpulas para empezar las primeras pruebas en seres humanos.


La alimentación era a través de píldoras blandas que se fabricaban con las sobras de los otros niveles. Tenían completamente todos los nutrientes que necesita un ser humano en estado de crecimiento. Dependiendo de la edad y el peso, se sedaba al individuo mediante gases anestésicos en alta concentración liberados dentro de la sala. A continuación el teniente, como se le conocía al administrador de todo ese complejo macabro, entraba en cada sala y administraba la dosis designada a cada individuo.


Los niños sin sueños. Así se les conocía a todos aquellos que salían de las salas blancas al cumplir sus veintiún años. La gran mayoría terminaba adaptándose al sistema como cualquier otro. Sin embargo, algunos mostraban ciertos rasgos que evidenciaban severos trastornos internos, tenían la mirada fija como que nunca tuviesen que pestañar para humedecer sus ojos, parecían embalsamados y daba la impresión que sus pensamientos navegaban en otro mundo, en otro tiempo quizás, los doctores hablaban de una ruptura cognitiva temporal.


Nunca hubo explicación de los criterios de selección. El mensaje llegaba a través del correo postal, a través de los celulares o a través de los centros de gobierno que se encargaban de entregar los comunicados a toda la población que no poseía los medios digitales. Todas las redes de comunicación (estatales y privadas) se utilizaron para cumplir el propósito. Solo sabían que un día te llegaba una carta oficial del gobierno con una enorme letra en el medio: A, B o C. Debajo de la letra un montón de clausulas con letras minúsculas casi ilegibles que explicaban cuando y donde tenias que reubicarte.



MINISTERIO DEL INTERIOR

OFICIO PF-000-001


Todos los ciudadanos que recibieron este comunicado deben dirigirse a la siguiente dirección: Calle de los Leones N-657.

Deben llevar únicamente su cedula de identidad, su carnet de vacunación y dos artículos personales que no sobrepasen los 10kg de peso cada uno.

El grupo A será atendido el 21 de Marzo del presente año.



La humanidad se había acostumbrado a recibir ordenes, sobre todo cuando se usaba la excusa de que la supervivencia de la especie estaba en juego. Los gobernantes lo sabían, aprendieron a manipular el aparato publicitario a la perfección y entendieron que su mayor activo siempre ha sido el miedo y como tal, iban a utilizarlo sin ningún reparo.


Eran unos camiones verdes, gigantes, tapados en la parte posterior con una lona gruesa de color beige y no tenían ningún distintivo que indique que sean parte de alguna entidad del Gobierno. Su misión era transportar a los miles de seres humanos que acudieron a los centros de distribución según las direcciones indicadas en los comunicados oficiales. Uno tras otro salían los camiones a dejarlos en su nuevo hogar. Ésta era la Fase 1 como se le conoce actualmente, en los primeros años solo lo llamaron el Plan Fénix, un plan maestro de protección de la especie humana, creado por todos y para todos.


Se imaginaban que iban a estar ahí algunos meses, hasta que todo mejore. Luego iban a volver a sus casas, a lidiar con su rutina en el trabajo, a enviar a los niños a las escuelas, a salir de compras con los amigos y amigas, a tomar un café con sobreprecio en el centro comercial, con el tiempo todas esas esperanzas se fueron mermando. Solo quedaron los sonidos de las alarmas. Esas alarmas estruendosas que indicaban dos sucesos. El primero, el mas común, era que estaba por llegar un camión y las enormes puertas de acero inoxidable se abrían lentamente mientras los soldados armados revisaban el contenido de cada vehículo. La otra alarma, las mas escalofriante, indicaba a todos que debían ir al centro comunal, meterse dentro de los cubículos y mantenerse ahí en silencio, con los ojos vendados y esas orejeras gruesas e incómodas que no permitían escuchar ni un alfiler caer. La orden era mantenerse así hasta nuevo aviso. Nunca se vio a nadie desobedecer esa orden. Nunca.


La salle blanche, se convirtió en la vida entera de millones de personas durante la ejecución del plan Fénix. Actualmente estamos en la Fase 17, han pasado muchos años desde que los primeros llegaron acá. La primera generación Alfa, como le llaman a ese grupo de estudio, fue un hito en la historia de la ciencia...


5:45am


Se escuchan pájaros tropicales, insectos y una ligera brisa, -es la alarma- me digo a mi mismo, me incorporo y me quedo sentado en el borde de la cama durante un par de minutos. Miro hacia la ventana y veo el cielo azul marino con unas líneas de luces amarillentas en el horizonte que anuncian la cercanía de un nuevo día.


-Tengo que apurarme, ya mismo llegan.


Mientras me lavo la cara, me acuerdo del cuarto blanco, de los niños sin sueños, de toda esa conspiración fabricada para hacer del ser humano una rata de laboratorio.


Poco a poco la realidad se va asentando.


5:55 am


Camino despacio, descalzo, salgo y cierro la puerta del departamento despacio para no despertar a nadie. Me pongo las sandalias y el kimono al hombro, me aseguro de tener las llaves a la mano y bajo las escaleras hacia la academia. Sigo sobresaltado, pero con la tranquilidad de que por lo menos hoy, los niños seguirán soñando.


ED

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