Muchas religiones hablan sobre los ángeles. Representados tradicionalmente como seres alados, aunque pueden ser espíritus invisibles o incluso rayos de luz que todo lo ven. Sin embargo, el ángel que yo conozco, resulta ser mi hermana.
Hoy es su cumpleaños y a ella le gusta celebrar su día. Yo, por otro lado, nunca encontré el mérito en celebrar un día más, como cualquier otro. Pero a medida que uno madura y se hace más sabio — o menos tonto, mejor dicho — aprende a reconocer y celebrar estas ocasiones. En realidad, uno aprende a celebrarlo todo, a celebrar la vida en general. Hoy, sin embargo, le celebro a ella, un ángel que llegó a la Tierra y tengo la inmensa suerte de llamarla hermana.
Mujer creyente y de valores sólidos, con quien tuve el placer de compartir la vida durante muchos años. Ella me dio—incluso sin saberlo — tres herramientas que me han ayudado a navegar por la vida. La primera de ellas tiene que ver con el amor. Hacer todo con amor. Todo. Desde una centena de pancakes para el desayuno de domingo con la familia y todo lo que ello implica. Pelar y picar la fruta, elaborar la masa a partir de la nada, en unos robots de cocina—que hasta ahora me parecen salidos de un relato de ciencia ficción. Poner la mesa, levantar a todos los que siguen durmiendo, preparar el café y dar gracias por el pan de cada día. Desde esos desayunos mágicos, hasta las interminables horas en consultas médicas, oncólogos y tratamientos contra el cáncer que eventualmente nos arrebató a nuestra segunda mamá — pero a quien volveremos a ver, de eso estoy seguro. Cosas que solamente un ángel podría hacer, no tengo duda alguna.
Si vas a hacer algo, hazlo bien. Tenemos la tendencia a hacer lo mínimo, es un mal humano diría yo. Ya no tenemos que cazar animales para comer o sembrar árboles y esperar el tiempo necesario para cosechar la fruta, además de todo el proceso que ello implica, cuidar, regar y controlar su desarrollo. Ahora vamos al supermercado y tenemos todo al alcance de nuestras manos. Incluso he visto plátanos pelados y envueltos en plástico, pues ¡Qué terrible tener que pelar el plátano con nuestras manos! Seres extraños, nosotros, los humanos. Vivimos tiempos en donde todo es desechable y el mínimo esfuerzo es la norma. ¿Acaso no han visto a los asambleístas de este pobre país? En un mundo donde lo mediocre es la norma, mi hermana logra mantener estándares altos en sus actividades diarias, pero sobre todo, en su escala de valores y eso amigos míos, es oro puro. Para mi fortuna, esa cualidad se fue permeando hacia mi durante nuestros años de convivencia. Yo, un mocoso mimado y ella, viviendo sus años de juventud, cimentando las bases de la persona en quien se ha convertido.
Por último, mi hermana me enseñó — a veces por las buenas y otras veces por las malas — la importancia de la fortaleza de carácter. El carácter fuerte, en nuestra sociedad, es mal visto generalmente. ¡Qué brava!, dicen unos, o ¡qué persona tan malgenio! suelen decir los otros, los de carácter más blando, quizás. Ahora sé que la fortaleza de carácter es , contrario a la creencia popular , la base para todo el resto de nuestra vida. Un carácter fuerte viene a ser la muralla que cuida y guarda nuestros valores, los hace no negociables y nos permite pisar fuerte cuando la situación lo amerita. Porque es justamente ahí, en esos momentos — en los que nuestros valores están comprometidos — cuando no podemos claudicar, no podemos dar el brazo a torcer, aunque eso signifique herir la sensibilidad de algunos pocos. La fortaleza de carácter separa a los unos de aquellas almas frías y tímidas que ignoran tanto la victoria como la derrota, en palabras de Sir Winston Churchill.
Aquí terminan estas pocas líneas dedicadas a mi hermana Soledad. Estas líneas son para usted y he tratado — aunque seguramente estoy muy lejos de cumplir con mi objetivo — de celebrar la vida de un ángel en la Tierra.
Feliz cumpleaños, feliz vida, le quiero mucho,
Su hermano chiquito.
ED