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Capitán, hemos perdido.

En la Guerra Civil de los Estados Unidos, hubo un valiente capitán del ejército de la Unión, cuya muerte es símbolo del coraje necesario en un campo de batalla. Se dice que siguió peleando aún después de recibir heridas mortales. Su pierna derecha fue lacerada desde la rodilla y su brazo izquierdo colgaba a su lado, casi mutilado, sostenido apenas por un trozo de piel, hueso y ligamentos, tras un corte brutal con una bayoneta. El valiente capitán seguía agitando su espada de un lado a otro, como quien no tiene nada que perder. Los soldados del bando gris lo cercaban, lo veían como un loco haciendo un espectáculo en una plaza pública. Uno de sus soldados, que yacía casi muerto en la cercanía, levantó la mirada y masculló las siguientes palabras — acompañadas de una sola lágrima que recorría su rostro empolvado: “Capitán, hemos perdido.”



Esta conmovedora historia — completamente inventada por mí — es un ejemplo de los fundamentos del storytelling. Dicen que una buena historia al inicio sirve para enganchar al lector, aunque lo que venga después sea pura patraña. En cualquier caso, estoy seguro de que existen historias similares a la del valiente capitán o por lo menos eso quiero creer. Me daría mucha tristeza que tanta muerte a lo largo de la historia no venga acompañada — por lo menos — de un par de cuentos de valentía en medio de la guerra. Me obligo a mí mismo a creerlo. Sin embargo, a pesar de esta obligación autoimpuesta, y de la constante presión por tratar de ser positivo, algunos días simplemente no puedo. Mañana ojalá que si, pero hoy no.


Me pregunto, ¿a quién diablos le gusta leer cosas negativas?, ¿Acaso no usamos la literatura para distraernos, para alegrarnos, para tener fe en la especie humana? Entonces, pienso que quizás no tenga tanto que ver con el contenido per se de lo que uno lee, sino con otro hecho más profundo. El hecho de poder interpretar lo que existe dentro de la mente de otra persona y comprenderlo desde nuestro punto de vista. La capacidad de “ver” el mundo con otros ojos, de salir de nuestra cabeza y distraernos un poco de la vida cotidiana. En este sentido he leído a Marx, Churchill, Peterson y Harris; desde novelas hasta ensayos, pasando por editoriales de revistas baratas hasta el Libro Tibetano de los Muertos. Absolutamente todas las lecturas han contribuido para mi desarrollo como ser humano.


Es una especie de mito colectivo el de perderse en el bosque, vivir en una cabaña y leer todos los libros posibles durante años. Hacerlo correctamente, mediante métodos de cacería y supervivencia para poder contar la historia a posteriori. El imaginario común se fascina con historias así. Recuerdo a Ted Kaczynski, el genio matemático, profesor de la Universidad de Berkeley, que se perdió en el bosque para enviar cartas con explosivos a oficinas de aerolíneas y universidades en los años ochenta. Fue arrestado en 1996, luego de enviar su manifiesto: La sociedad industrial y su futuro, al New York Times. El estilo fue reconocido por su hermano, quien alertó a las autoridades del caso.

 

Ahora, en esta época, la ironía es que para ir a vivir solo en una cabaña en medio del bosque para desconectarte de todo, debes por lo menos dejar un tweet expresando tus deseos, para que sea real. Allí reside la genialidad de todo lo que sucede en el mundo: si lo que haces no está en forma de datos — fotos, videos, vlogs, tiktoks — y no está circulando por la red, no existe. Yo inconscientemente lo hago con mis ensayos. Así que por más que me mienta y me diga que todo lo que escribo es para mí mismo, igual termina siendo nada más que datos compartidos en el blog, en los grupos de WhatsApp, en Facebook y en Instagram. Y así sucede con todo: con la foto de un nuevo sobrino, el paseo por las montañas o el café sobre preciado de Starbucks que te tomas viendo el atardecer. Si no lo compartes, es como si nunca hubiera sucedido. 


Por eso pienso en el capitán como una metáfora del ser humano.


Y en este sentido caben las palabras: “Capitán, hemos perdido.” 


ED


 
 
 

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* Las opiniones expresadas en este Blog son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de COHAB Ecuador.

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