Carta a un amigo, a cualquier amigo, a todos, a la humanidad.
No se acordarán de que marca era tu reloj, ni de cuántas cifras decoraban tus cuentas bancarias. No se acordarán si perdiste o ganaste. No se acordarán de las veces que tiraste la toalla, ni tampoco de aquellas en las que te sacudiste el polvo y te volviste a levantar. No recordarán si caminaste por la gran muralla en China, ni de esa vez que te derretiste ante un majestuoso atardecer en los Alpes suizos, ni tampoco de tus paseos en yate por el mar Caribe.
Solo se van a acordar de como les hiciste sentir.
Por eso, amigo mío, camina con la cabeza en alto y el corazón en la mano. Con la cabeza erguida podrás ver más allá de lo que imaginas y estarás atento de no pisar a nadie durante tu peregrinaje. El corazón en la mano, para que seas capaz de sentir aquello que te llama y te seduce. Así podrás dirigirte allá con plena confianza de que ese es tu propósito en este poco tiempo que se nos ha dado.
Sé real en un mundo falso.
Te aconsejo que siembres. Que siembres muchas plantas, de todos los colores, tamaños y olores, aunque algunas morirán. Unas por negligencia y otras por tristeza. Aunque eso suceda, trata de no perder la esperanza y la ilusión. Ten todas las plantas que puedas. Ellas te enseñan que algunas veces las hojas se caen y parece que van a morir. Y aún así, de repente, después de una lluvia y unos días de sol, despiertan más verdes que nunca, listas para dar flor y aroma al que nunca les perdió la Fe. Los milagros existen mi amigo, más vale que lo creas.
“Sin música, la vida sería un error” dijo Nietzsche. Oye música. Oye de todo, pero no pierdas la oportunidad de conocer a los clásicos. Paganini, Vivaldi, Bach, Albinoni. Mi abuelo tenía cientos de discos compactos de estos y más de aquellos genios de antaño. Un verdadero tesoro de aquella época análoga, tan lejana ahora. Aprovecha la posibilidad de escuchar música infinita. No te critico si te gusta esa música basura — llena de mensajes violentos y degradantes — después de todo, son tus oídos. Pero te vuelvo a repetir, no pierdas la oportunidad y escucha los clásicos.
“Sin música, la vida sería un error” dijo Nietzsche
Aprende a pelear. Aprende a defenderte, puede ser que en alguna ocasión alguien trate de quitarte lo que es tuyo. No hablo de posesiones materiales, de cosas, hablo de valores y de principios. No pelear es mejor, siempre será lo mejor. Pero más vale que sepas pelear cuando la ocasión lo justifique. Aprende a boxear. Aprende a lanzar el jab, el cruzado y el gancho. Aprende jiu jitsu para que sepas reaccionar si alguien te lleva al piso. Aprende a domar tus emociones para que nunca tengas que pelear. Pero si algún rato lo necesitas, más te vale saber.
Por último — aunque podría seguir de largo, pero mi papá me enseñó que algunas veces, menos es más— no te olvides de lo esencial: te recordarán por como los hiciste sentir.
ED