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El tercer escalón

Tradiciones. Todos hemos sido testigos o parte de alguna tradición desde que nacemos. En mi caso, me acuerdo de una en particular: la tradición de comer choclos con habas y queso los domingos, donde los abuelos. Siempre habían dos o tres cacerolas de barro, con abundantes choclos humeantes, de todos los tamaños — el choclo blanco, clásico de la región andina. A su lado, en otros recipientes, habían habas cocinadas con su cáscara y queso fresco de Zuleta, tierra del toro bravo. Cada quien agarraba su plato y se servía a su gusto. Mientras escribo esto, se me hace agua la boca solo de pensar en aquellos banquetes. El tiempo vuela, pero la memoria encuentra la forma de anclarse.


Ya saben, tradiciones. Existen tradiciones comunes, como ir a misa los domingos y también otras más extravagantes, como la de tomar ayahuasca, de algunas tribus de la Amazonia. 



El Jiu Jitsu también tiene sus tradiciones. Una de las más comunes y reconocidas, incluso por los no practicantes, es la tradición del cinturón. El Jiu Jitsu tiene cinco cinturones (para adultos, los niños tienen un sistema distinto) que son: blanco, azul, violeta, marrón y negro. Incluso en el mundo de los negocios se usan referencias de los cinturones para indicar niveles de maestría en un tema en especifico. Por ejemplo, el título de Black Belt Sigma (Cinturón Negro Sigma) que se refiere a quienes han logrado un nivel superior de entendimiento de la metodología Six Sigma. Esta metodología fue desarrollada por Motorola en los años 80, cuyo objetivo es mejorar la eficiencia en los procesos.


En fin, el punto es que el cinturón negro tiene un aura especial. Llegar a él significa que se han invertido muchos años de estudio y refinamiento de la técnica marcial, convirtiendo al practicante en un maestro de la disciplina. No obstante, este ensayo trata acerca del tercer escalón, del cinturón bisagra, como lo suelo llamar. El tercer paso después del cinturón blanco y del azul. 


El cinturón violeta.

Este tercer escalón en el camino hacia el cinturón negro indica — en nuestro currículo — que el/la practicante tiene:

  1. un nivel de entendimiento defensivo excelente.

  2. una noción de sistemas de ataque, combinando diferentes técnicas de manera fluida y eficiente. 


Suelo denominar a este escalón como el cinturón adolescente. Lo llamo así porque, así como los humanos en esta etapa de su desarrollo, el practicante tiende a volverse un poco arrogante, necio y rebelde. Cree que lo sabe todo y que ya no queda mucho más por aprender. Quiere experimentar por su cuenta y, por lo general, se aleja de la estructura establecida de las clases. Es por eso que usualmente se bromea que los cinturones violeta llegan solo a luchar — se saltan el calentamiento y el estudio técnico. — Directo a la porrada — como decimos en el vocabulario jiujitero. Hablo desde la experiencia, puesto que alguna vez yo también fui cinturón violeta. Yo también atravesé esa etapa y yo también tuve estas actitudes. 


Ahora que estoy entrando a una etapa más madura dentro del camino, me doy cuenta de que es nuestra misión, como profesores del arte, guiar a nuestros alumnos durante esta etapa critica. Debemos evitar que el practicante sea descarriado, porque es en esta etapa donde muchas personas abandonan la práctica. Es triste, pues son incontables las horas dedicadas al arte que son desperdiciadas por culpa de una mala gestión del proceso. Y es aquí, en estos momentos, donde el equipo es indispensable para alumbrar el camino del estudiante y guiarlo hacia la luz. Algunos, sin embargo, abandonan el camino a pesar de cualquier ayuda externa que exista dentro del equipo. No importa, cada quien tiene su camino, la manada estará siempre ahí para recibirlos de regreso, si se da la oportunidad. Pero si el lobo decide separarse de la manada, pues que la naturaleza se apiade de él. 


Estas palabras van dirigidas a todos aquellos que han sacrificado un tiempo considerable en perfeccionar un arte complicado y muchas veces ingrato. Algunos de ustedes fueron bendecidos con una capacidad atlética superior al promedio, lo que les permitió ejecutar técnicas con mayor facilidad. Otros, menos atléticos, pero con una mentalidad fuerte como el acero precioso de las espadas japonesas, aprenderán que la constancia termina siendo el motor de todo el proceso. Es por esta razón que unos demoran más que otros en el camino, pero aprendí que eso da lo mismo. El Jiu Jitsu termina premiando al constante y no al talentoso.

 

En este sentido, el camino no es una carrera, como muchos practicantes actuales piensan. Quizás esa sea la razón del gran porcentaje de deserción dentro del arte. Después de todo, es difícil ganar una carrera de la que nadie saldrá vivo — literalmente. Entonces, me doy cuenta de que la solución para tanto caos y nihilismo que da vueltas por el mundo actual es enamorarse del proceso. Y con preocupación veo mucha falta de amor y de interés en el mundo actual. Creo con vehemencia que cuando una persona encuentra un camino por el que vale la pena vivir, empieza a brillar.


Entonces, queridos cintas violetas, lo más importante en este paso es darse cuenta de una sola cosa: no importa quien es bueno, solo importa quien permanece. Y por eso, escribo estas palabras para ustedes, porque es en la cinta violeta cuando realmente la tormenta empieza a golpear con furia. Su misión, en ultima instancia, es obligarlos a desistir. Eso busca el Jiu Jitsu a diario, encontrar tus debilidades y obligarte a tirar la toalla y elegir el camino fácil.


Aun así, querido amigo, no desistas. Y cuando la lluvia te pegue fuerte en la cara, a tal punto de que no puedas abrir los ojos, no importa, ciérralos. 


Solo no te detengas. 


ED

 
 
 

1 comentario


Invitado
3 days ago

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