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Hombres Bestias

Ahí apareció mi reflejo en la pantalla negra del ordenador apenas se apagó. La barba larga, el pelo con más canas que antes y mis dedos torcidos después de casi dieciséis años de jiu jitsu.

Mira, un hombre bestia — me dije a mi mismo.



Mientras las palabras tratan de salir, medito acerca de lo mucho que nos hemos alejado de ese ser humano de la antigüedad. Aquel ser humano que formaba tribus con el objetivo común de sobrevivir. Debían aprender a combatir contra factores como el violento clima y los voraces depredadores de aquel entonces. Hoy en día basta con prender el aire acondicionado para ahorrarnos el malestar de un día caluroso. En aquellos días, la vida obligaba a nuestros antepasados a usar su astucia, pero sobre todo, su capacidad para sobrevivir como manada. Luego se me vienen a la mente también aquellos seres humanos que eran ingenieros, doctores, arquitectos y encima de todo eso, eran capaces de moldear el mármol como si fuese arcilla. Veo con mucha impotencia y dolor lo que sucede hoy en día y me pregunto si quizás nos iría mejor como aquel hombre bestia de hace miles de años.


Hombres que quieren ser mujeres y mujeres que quieren ser hombres. El tedio y el aburrimiento ha causado estas anomalías dentro de un sistema fallido y corrupto. Ya no tenemos más asuntos sobre los cuales preocuparnos y nos hemos inventado problemas. Y no son problemas menores, son problemas profundos de una sociedad enferma que agoniza lentamente.


Hablaba con mi mamá hace un par de semanas acerca de lo peligroso que puede ser el hecho de exigir derechos pero hacer caso omiso de las responsabilidades. Derechos humanos, derechos de las minorías, derechos de los animales, pero donde quedan las responsabilidades. Donde quedaremos cuando solo tengamos derechos y nadie tenga responsabilidades. Les puedo adelantar un capitulo de lo que sucederá: el mundo entero estará como ciertas ciudades progresistas de EE. UU. donde muertos vivientes pululan las calles, drogados hasta la médula, sin ningún sentido al cual aferrarse en esta vida. Este es uno de los efectos del desbalance entre derechos y responsabilidades.


Aquel hombre bestia que batallaba contra tigres y osos, que debía matar para sobrevivir, no se preocupaba de cosas sin sentido, no tenía el tiempo para hacerlo. El sentido en si mismo era sobrevivir. ¿Cómo puedes preocuparte de protestar porque las tiendas de ropa no utilizan maniquíes obesos para que la gente obesa no se sienta mal? ¿Cómo puedes preocuparte de que, siendo hombre, exijas que te llamen señora, porque tu lo has decidido así? Imposible preocuparse de estas cuestiones tan carentes de sentido cuando tienes una jauría de animales salvajes persiguiéndote para convertirte en su cena. ¿Alguna vez te has sentado a pensar seriamente en las estupideces triviales que te quitan el sueño?


¿Estas deprimido porque se te fue la señal del internet durante un par de horas?


¿Te indignas porque la camarera se olvidó de traer tu endulzante sin calorías junto a tu café sobre preciado?


¿Sientes que no estas completa porque no te compraste los últimos zapatos que usan las artistas de moda?


Vamos, no faltes el respeto a una especie que tiene miles de años de evolución, eres mejor que eso. Ahora bien, quizás ya no somos ese hombre bestia de hace cientos de miles de años, quizás ya no somos ese humano del renacimiento que pintaba obras imposibles en los techos de las iglesias y componía melodías capaces de sacar lágrimas. Quizás solo somos un triste remanente de aquel ser, aquel hombre bestia. Así como los lobos evolucionaron (o mejor dicho, involucionaron) para convertirse en esas razas de perros que se parecen más a un cochinillo de indias que a un majestuoso lobo gris.

A lo mejor, solo necesitamos volver a ser hombres bestia. Quizás por esta razón el jiu jitsu llama tanto la atención de las personas. No todos los que llegan se quedan, obviamente. Pero aquel grupo reducido de personas disciplinadas, con alta tolerancia al fracaso, que nos mantenemos firmes en el jiu jitsu, logramos desbloquear ese instinto primal que todos tenemos dentro. Ese instinto de lucha está bien profundo dentro de cada ser humano que habita la tierra, sin embargo la mayoría de personas lo tiene taponado. Nosotros tenemos la suerte de tener un espacio donde este instinto puede fluir hacia afuera en esa realidad pura que significa luchar cuerpo a cuerpo contra otro ser humano. Quizás por eso el coliseo romano se llenaba, quizás por eso cuando estalla una pelea en cualquier lugar — en el cine, la escuela, la oficina — todos corren desaforadamente hacia ella. La pelea esta en nuestro ADN, fuimos creados para luchar.


Aquellos que tenemos la suerte de tener al jiu jitsu — o cualquier válvula de escape — en nuestras vidas, estamos más cerca del hombre bestia y quizás ese hecho es el que nos permite seguir hacia adelante, con la cabeza erguida, en medio de este apocalipsis que atraviesa el mundo moderno.


ED


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* Las opiniones expresadas en este Blog son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de COHAB Ecuador.

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