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Hoy, vi a mi psiquiatra. 

Hoy, vi a mi psiquiatra. Fue en el pasillo 6, donde estaban los fideos, el atún y las conservas.

 

Mi barba estaba larga, mi ojo izquierdo casi cerrado en su totalidad y mi ceja, del mismo lado, llevaba cuatro puntos de sutura. Imagino que por eso el Dr. Cruz no me reconoció o, si lo hizo, fingió demencia para no saludarme y pasó de largo.

 

Esos golpes en el ojo provenían de una pelea en la que estuve involucrado la semana anterior. Hacía mucho tiempo que no me metía en un problema semejante, pero algunas personas merecen una paliza — y esas acciones traen consigo ciertos daños colaterales; ergo mi ojo desfigurado.

 

En el pasillo 4 me volví a encontrar con el doctor. Esta vez, en la parte de los chocolates y las bebidas gaseosas. Lo mire de frente, con mi ojo hinchado y mi barba de náufrago. Ahora, sin embargo, no solo fingió no conocerme, pero sentí que se asustó un poco. Se dio la vuelta con el coche lleno de compras y le murmuró algo a su esposa. De inmediato fueron a la caja registradora para pagar.


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Seguí solo, empujando el carro hasta el pasillo 2, donde estaban las frutas y legumbres. Luego, pasé al primer pasillo para la carne y el tocino.

 

En la caja, sentí que las personas me veían con los mismos ojos que el doctor. Pensé que a lo mejor el corte de la ceja se había abierto y el sangrado había manchado toda mi cara. Pasé la palma de mi mano sobre mi ojo, pero nada, ni un rastro de sangre. 


Terminé de pagar y empecé a caminar hacia la salida con las cinco fundas del supermercado en la mano.


Al salir, sin embargo, me sorprendí con las luces azules y rojas de tres carros estacionados fuera del supermercado. Miré hacia la derecha y vi mi reflejo en un refrigerador de gaseosas que estaba junto a la puerta de salida. 


Fue extraño, sentí que no era yo. 


Me vi flaco, con una pijama de líneas grises y blancas. Mi cabeza rapada me daba un aspecto tenebroso. 


Poco a poco, sentí algo de lucidez entrar dentro de mi cabeza. 


Entonces lo entendí todo, sobre todo al doctor. 


En ese momento recordé que tenía cita con él esta tarde, en el consultorio 204 del hospital psiquiátrico de donde me había escapado la noche anterior. 


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