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Maranasati

“…quien recuerda la muerte con atención plena día y noche, vive con urgencia y autenticidad, porque entiende que el tiempo es limitado y sagrado.” — Buda.

Maranasati es una palabra en Pali — la antigua lengua de la India — que significa: contemplación de la muerte.

 

A un día de cumplir cuarenta años hago este ejercicio que leí en alguna revista. Se trata de escribir una carta de despedida a la vida. Debo imaginar que hoy es mi último día en la Tierra y escribir una carta con lo que me gustaría decir — o, en su defecto, dejar de decir. En ese mismo artículo aprendí sobre esta antigua práctica budista: maranasati. Concepto similar al memento mori  de la filosofía estoica—recuerda que vas a morir.



Entonces, me di cuenta de dos cosas:


Que durante miles de años se han practicado meditaciones destinadas a desarrollar desapego, claridad y sabiduría, y que incluso las revistas de farándula pueden tener algo útil para ti.


En fin, aquí vamos:


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Querido mundo,


Hoy es mi último día aquí en la Tierra. No hay ninguna razón oscura o trágica para ello: ninguna enfermedad, ningún accidente, ninguna bala perdida mientras compro huevos en la tienda o alguna catástrofe natural, nada de eso. Simplemente mañana, a las 00:00 ya no estaré aquí.


Solo con pensarlo, me doy cuenta de algo esencial: cuando nos vamos de este mundo — cuando morimos — el sufrimiento queda para los que nos sobreviven. Desde esa perspectiva, morir es fácil, simple, natural, es lo que tiene que suceder. El peso cae sobre quienes quedan atrás, con las dudas, los abrazos, los besos, las caricias, las risas, los memes, las palabras guardadas. Así que de antemano, perdón por el hueco que dejaré.

 

En este punto de la vida, puedo dividirla en momentos y a esos momentos, los agrupo en avenidas. Avenidas que se cruzan unas con otras en intersecciones complejas a medida que avanza el limitado tiempo que tenemos. Luego, he catalogado a estas avenidas en cuatro arterias principales: La familia: la que te toca y la que eliges; los amigos; la soledad y los aprendizajes — que mucha gente confunde con enemigos y/o mala suerte.

 

La primera avenida es en la que aprendes a manejar tus primeros kilómetros. Es en el seno familiar donde me desarrollé como persona. Gracias a ellos, tuve la fortuna de criarme con valores y principios sólidos, y he hecho lo posible para honrarlos a diario. Esto no significa en lo absoluto que no haya caído en tentación. Ha sucedido, y muchas más veces de las que quisiera. Pero he tenido la sabiduría para rectificar y aprender de aquellos deslices. Espero haber sido, aunque sea, un atisbo de buen ejemplo para alguien. Si logré eso por lo menos, me puedo ir en paz.


La familia que uno escoge: La princesa y su cachorro que traen luz y vida incluso a los días negros y apagados. Me llevo eso para siempre. Las conversaciones nocturnas de cosas sin sentido y las maratones de series. La eterna discordia para elegir un lugar donde comer y las caminatas por la orilla del rio. El sonido de la pelota de básquet estrellarse contra la pared, recordándome que la niñez es vida. Los correteos y los malgenios. Los días encerrados en pandemia y las lágrimas que nos hemos limpiado, uno al otro, en esos días que no son tan buenos. Y también darnos cuenta que, después de todo, siempre habrá una solución. Y por eso siempre damos gracias, juntos, como familia.


La segunda avenida. Los amigos — los de dos y cuatro patas también. Mención especial a estos últimos, los perros, aquellos seres especiales que traen luz y sabiduría al ajetreado estilo de vida actual. Por algo mis fascinación con el lobo durante toda mi vida. He aprendido mucho de ellos, de los perros y de los animales en general.

 

¡Pero vaya seres humanos espectaculares que he conocido! Seres a quienes he tenido el honor de llamar amigos. Personas que complementan la avenida de la familia, que van paralelos hacia el mismo objetivo. He tenido la dicha de conocer gente sin nada, que te ofrece todo. Personas leales y serviciales que lo hacen sin esperar nada a cambio, pues está en su ADN y corre por sus venas. Incluso personas que son maltratadas y humilladas y, a pesar de ello, son capaces de mostrar una sonrisa. Gente de primera, amigos de verdad.

 

La tercera avenida: la soledad. Paso mucho tiempo solo. Desde que adquirí este oficio de escribir, me doy cuenta de que es una actividad más bien solitaria y la verdad es que no me molesta en lo absoluto, desde pequeño aprendí a jugar solo. Aunque doy gracias por la bendición de estar rodeado de gente muy especial el resto del tiempo. Eso se llama balance y de eso se trata la vida. Un eterno balance de opuestos. Así que a pesar de aquella buscada — y algunas veces preferida — soledad, los extrañaré mucho a todos quienes pintan mis días con su existencia.


Por último: los aprendizajes. Todas las personas y eventos que han pasado por mi camino y que, por alguna razón u otra, fueron motivo de desilusiones y malos ratos. Fuerzas opuestas que no encajaron en el rompecabezas cósmico en ese momento y personas que nos han cometido injusticias, nos han humillado o maltratado. A pesar de todo, agradezco por ellos. Nos enseñaron a mirar el camino con más atención. Y también, por otro lado, me disculpo con todos quienes sufrieron por mi culpa. Sepan que mi arrepentimiento es verdadero— excepto con los que son, fueron, o han sido unos hijos de puta— para ustedes una patada en el culo (con todo respeto).


Y casi me olvido de una última avenida, la que se ha convertido en el retorno a casa: la avenida del Jiu Jitsu. Este camino me regresa a mi centro cuando estoy perdido. Un arte que transformó mi vida, que le dio propósito. Tuve la suerte de hacer lo que me gusta durante dos décadas. Casi la mitad de mi vida me levanté todos los días amando cada minuto de lo que venía por delante — aunque el dolor de cuerpo era insoportable algunas mañanas. También sé que quedan muchos espacios por llenar pero a pesar de ellos, me voy satisfecho. Creo que es porque todo lo que hice, lo hice desde el corazón.


Me despido pero sin lágrimas. Solo puedo decir que cuarenta años pasan demasiado rápido y me quedo perplejo al darme cuenta de que estoy escribiendo una carta de despedida.


Pero de alguna extraña manera, estoy más presente que nunca.


Feliz cumpleaños a mi.


ED

 
 
 

* Las opiniones expresadas en este Blog son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de COHAB Ecuador.

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