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Oferta y Demanda

Writer: Esteban Darquea CabezasEsteban Darquea Cabezas
"Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir." José Saramago

Estamos a pocas semanas del Black Friday - supuestamente un solo día de descuentos que acabó en una o dos semanas enteras de consumismo enfermizo. Una especie de fiesta americana en honor a la única deidad que pudo unir al mundo entero como ninguna otra religión: el dinero. Mientras escuchaba la publicidad en la radio - ¡Ven! Compra todo, todito, trae a toda tu familia - pensaba que recién hace algunos milenios los humanos intercambiábamos una sila de cebada por una oveja o algunas manzanas. De un momento a otro, el trueque fue reemplazado por este concepto abstracto basado totalmente en la confianza que todos tienen - tenemos - en el dinero. Básicamente ahora cambiamos todo - hasta nuestro tiempo - por un papel coloreado impreso con la firma del Secretario del Tesoro de los EEUU. El mismo que no tiene valor alguno, pero paradójicamente lo usamos todos los días para todo lo que hacemos, pues su idea se ha impregnado en nosotros casi como nuestro propio ADN. Si no me crees, trata de llevar un costal de cebada al mall y comprar los últimos zapatos de Vera Wang. Seguramente terminarás en el manicomio.



Andrea Cartagena Flores. Así se llamaba ese ser humano de luz que nos cuidó a mis hermanos y a mi durante nuestra niñez y juventud. Falleció con cáncer al pulmón hace ya mucho tiempo y a pesar de ello con mucho orgullo les hablo a todos acerca de las enseñanzas que ella me dejó. Mujer campesina de origen muy humilde, oriunda de la ciudad andina de Cayambe, que reposa bajo las faldas del volcán del mismo nombre. Trabajadora y siempre con una actitud alegre, llena de vida y con una sonrisa de oreja a oreja que contagiaba, así la recordaré por siempre. Por esas cosas de la vida, terminó sus días en este mundo siendo analfabeta, cosa que asombra en pleno siglo XXI. No obstante, era muy hábil para los números, nunca se le escapaba un vuelto en la tienda, puedo dar fe de ello. Su lealtad con nuestra familia era una cosa fuera de este mundo, a veces ni la misma sangre tiene esa virtud. Recuerdo que cuando el cáncer la quería vencer, ella resistía, tenia la fe del tamaño de una montaña y dio batalla hasta el final, como los grandes guerreros de luz. Mi memoria guarda el siguiente gesto como un tesoro de humanidad en un mundo cada vez menos humano: hasta sus últimos días cruzaba el pasillo que llevaba al departamento de al lado de mis abuelos, con pasos lentos y pausados llegaba para darles la bendición de cada día. La resiliencia que demostró en sus últimos años la Andreita, me ayuda a sobrellevar los días mas grises.


- Cuando muramos, ninguno de nosotros se llevará nada bajo tierra. -


Esa frase me quedó resonando en la cabeza hasta el día de hoy. Recuerdo perfectamente ese momento, sentado a su lado, en la sala de estar del departamento de mi mamá. Aquel departamento tiene una vista privilegiada del volcán Pichincha y los rayos del sol al caer la tarde entran como dardos por esa ventana de la sala. Tal es la luminosidad a esas horas que es imprescindible cerrar las cortinas para poder ver la televisión. La Andreita - como me refiero a ella hasta el día de hoy, por puro respeto y agradecimiento - se sentaba a nuestro lado y a veces se quedaba dormida sentada ¡Tremenda habilidad que nunca logré aprender! Seguramente veíamos alguna película donde el villano ostentaba sus carros de lujo o sus relojes de oro y se le salieron esas palabras - Cuando muramos, ninguno de nosotros se llevará nada bajo tierra. -


Tenía yo alrededor de nueve o diez años y - sin saberlo - aprendí una de las lecciones mas grandes de mi vida. Palabras sencillas y llenas de verdad y aún así me asombro hasta el día de hoy que existe gente que cree que se va a llevar cosas materiales seis pies bajo tierra cuando dejen de existir. Esas poderosas palabras me enseñaron que lo mejor que podemos hacer en nuestros contados días aquí en la tierra es dejar un legado - o por lo menos morir dignamente en el intento. Acumular experiencias en lugar de cosas y ayudar a otras personas a descubrir su potencial es quizás el mejor ejemplo que podemos dejar a nuestros sobrevivientes.


Olvídate del Black Friday, no te dejes hipnotizar por falsos descuentos y promesas absurdas de que tu vida va a ser mejor si tienes más y más cosas. Recuerda que no eres realmente rico hasta que no tengas algo que el dinero no pueda comprar.


ED

 
 
 

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Guest
Nov 17, 2021


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