- Buenos días don Rodrigo - le saludaba el vecino mientras desamarraba el cabo que ataba a las vacas y ese perro negro histérico se encargaba de ladrarnos hasta que nos alejemos. Siempre nos encontrábamos con el luego de recorrer el perímetro de la finca con mi abuelo. Recuerdo con asombrosa claridad esas caminatas para asegurarnos que las centenas de plantas que cubrían el terreno se encuentren bien. El prodigioso clima de esa zona además de la bendición de tener abundante agua, permitían que crezca una variedad absurda de especies diferentes. Por supuesto, mi abuelo se encargaba de plantar cada una individualmente con sus propias manos. Me acuerdo que el recorrido empezaba bajando la ladera, siguiendo el alambrado que llegaba hasta el bosque de eucaliptos. Ahí abajo, en ese terreno empinado, sonaba el río y recuerdo que habían un par de árboles de chirimoya, esa fruta rara que me fascinaba en ese entonces. Dependiendo de la época, por lo menos la mitad de esos terrenos estaban llenos de maíz o frutillas. Con el paso del tiempo mi abuelo tuvo un problema a causa de una degeneración muscular que fue limitando su movilidad, por lo que cada vez eran menos frecuentes esas caminatas. Agradezco tener esos tesoros guardados y de vez en cuando poder recordarlos.
Así como aquellos momentos, existen cosas que no tienen precio. Así de simple. Mi cinturón negro, por ejemplo. En algún momento mencioné que si me harían escoger entre un maletín con un millón de dólares a cambio de todo lo que he aprendido luego de catorce años de jiu jitsu, mi respuesta tajante sería que no. Es que es muy difícil poner en palabras lo que significan tantos años de entrenamiento y aprendizaje. Decenas de viajes para competir o participar de algún seminario con la más pura intención de aprender este arte tan maravilloso. El cambio positivo que he visto en mi mismo y sobre todo en las personas a las que he tenido el gusto de servir, es demasiado valioso como para ponerle un número. Con el jiu jitsu aprendí a conocerme y mientras escribo estas líneas recuerdo las palabras Nietzsche, aquel genio loco cuyas ideas han sido malinterpretadas incontables veces cuando dijo que ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.
Ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo. F. Nietzsche

Monjes Guerreros
Es interesante la evolución del jiu jitsu. La historia nos lleva miles de años atrás, a la India, donde se pueden observar los primeros registros de un combate cuerpo a cuerpo que buscaba neutralizar al oponente. Monjes budistas desarrollaron este sistema para controlar en lugar de hacer daño, de esa manera se mantenían fieles a su filosofía de la no violencia. Eventualmente este sistema de combate se riega hacia Japón donde es adoptado por los guerreros samurái. Ellos utilizaban este jiu jitsu (arte suave) cuando perdían sus armas en combate. La violencia propia de la guerra convirtió al jiu jitsu en un arte mucho mas violento que sus inicios en manos de aquellos monjes budistas.
Hay algo en esa historia, de que el jiu jitsu fue desarrollado por monjes que me llama la atención. Es fascinante cuando te das cuenta que es posible ganar una pelea sin la necesidad de dañar al oponente, inteligencia sobre brutalidad, técnica sobre fuerza, agua sobre fuego. Es muy romántico ese concepto de que un monje, dentro de toda su benevolencia, podría fácilmente derrotar a un adversario que lo dobla en tamaño. Y no solamente derrotarlo a base de golpes violentos, si no mejor aún, tenerlo neutralizado en el piso a su merced, pidiendo clemencia, no creo que hay derrota mas completa que esa en un enfrentamiento entre dos individuos. Cualquier persona puede lanzar un golpe y por buena suerte aterrizar ese golpe en la quijada del oponente y mandarlo al piso. Ahora, nunca es cuestión de suerte cuando un luchador habilidoso logra incapacitar a otro utilizando técnica y astucia, es una ciencia que debe ser entrenada y repetida incontables veces, nunca es cuestión de suerte.
De Japón a Brasil
En la primera década del siglo veinte, el jiu jitsu llega a Brasil. Muchos inmigrantes japoneses desembarcaban en el gigante sudamericano en aquellos años, entre ellos se encontraba un tal Mitsuyo Maeda. Gran luchador de jiu jitsu de Japón, famoso por desafiar a diferentes artes para demostrar el poderío de su sistema de combate, el jiu jitsu - muchos años antes de la explosión del MMA alrededor del mundo. Maeda fue bien recibido por la familia Gracie, en especial por el patriarca de la familia, Gastão Gracie. Una cosa llevó a la otra y Maeda empezó a compartir sus conocimientos de jiu jitsu a Carlos Gracie y este a su vez, a su hermano Helio. Los hermanos y la familia en general se encargaron de popularizar este arte marcial, en gran parte gracias al liderazgo visionario y la valentía que mostraban el momento de los desafíos ante otras artes marciales. El jiu jitsu, se convirtió en el rey de las artes de combate y se catapultó al estrellato mundial en mil novecientos noventa y dos cuando Royce Gracie ganó el primer evento de la UFC (Ultimate Fighting Championship) derrotando a oponentes mucho mas grandes y musculosos, probando una vez más que la técnica es superior a la fuerza bruta.
Cuando uno investiga la historia, aprende que el jiu jitsu para la familia Gracie iba mucho mas allá de solamente las técnicas de pelea - a pesar de que fueron ellas las que los llevaron a la popularidad. Sin embargo había un profundo interés en el bienestar general del ser humano. La dieta Gracie, por ejemplo, es una manera interesante de combinar alimentos de tal forma que el cuerpo se mantiene en óptimas condiciones para funcionar. La flexibilidad y la respiración también fueron otros aspectos que miembros de la familia ayudaron a expandir junto con su jiu jitsu.
El precio de la confianza
Alguna vez escuché a un profesor que dijo que nosotros - los instructores de jiu jitsu- no estamos en el negocio del fitness, estamos en el negocio de entregar - o devolver en algunos casos - la confianza a nuestros alumnos. Y pues, la confianza es otro ejemplo de algo que no tiene precio. Seguro todos hemos perdido la confianza alguna vez en la vida. A veces pierdes la confianza en otra persona, y es muy difícil recuperarla nuevamente. Otras veces perdemos la confianza en nosotros mismos y en este caso es donde el jiu jitsu hace su magia, nos la devuelve.
"Camino todos los días sin tener idea de lo que significa temer a otro ser humano. El jiu jitsu me hizo así" Mark Cerrone
Confianza para hacer ese viaje que tanto quieres. Confianza para pedir ese aumento de sueldo que tu sabes que mereces. Confianza para decir que no cuando es debido. Ahora me doy cuenta que esa confianza es impagable y el jiu jitsu es una herramienta muy poderosa que te entrega permite edificar esa confianza. Alguna vez he mencionado que todos tenemos un monstruo adentro y a veces es mucho mas sano aprender a domarlo que intentar frenarlo. Porque corremos el peligro de que un día, inesperadamente, salga rabioso y violento y no podamos con el. Las artes marciales te entrenan para la violencia pero paradójicamente al mismo tiempo te enseñan a no tener que usarla, salvo en casos extremos. Es por eso que resulta complicado para un niño reaccionar verbalmente contra un niño mas grande, si es que no tiene las herramientas físicas para respaldar esa reacción.
Es difícil respetarte a ti mismo hasta que tienes la absoluta certeza de que si tienes que pelear por tu vida, vas a poder hacerlo hasta el final, contra quien sea y contra lo que sea. Es por eso que respeto a todos, pero no temo a nadie.
ED
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