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Pastilla Roja. Pastilla Azul.

Cumplí un mes sin redes sociales. Creo que es mi deber contarles lo bien que me ha sentado, en lo personal y en lo profesional. Espero que estas líneas los inspiren para hacer lo mismo, un fin de semana, una semana, el tiempo que sea, pero hagan la prueba y verán resultados positivos, les prometo.


Actualmente la mitad de la población mundial tiene un teléfono inteligente. Entiendo, muchas personas me van a argumentar que utilizan estas herramientas para su trabajo y estoy seguro que algunos han generado éxito profesional e importantes sumas de dinero gracias a ellas. Lo entiendo, porque a mi también me han ayudado. Sin embargo, llegó un punto en el que me cansé de crear contenido, revisar las notificaciones cada minuto de cada hora de cada día, de sentir que no podía dejar el teléfono y sobre todo, quería recuperar mi tiempo y usarlo de una mejor forma. Me hice consciente de las motivaciones y los sentimientos que me hacían utilizar estas aplicaciones.


Se ha comprobado que cuando nos llega un mensaje -Ping!- nuestro cerebro libera dopamina. La dopamina es el neurotransmisor que nos hace sentir bien. Lo mismo sucede cuando comemos o tenemos relaciones sexuales. Ahora entiendes por qué no puedes dejar tu teléfono tranquilo? Estos comportamientos repetidos que generan recompensas crean hábitos. En éste caso, el hábito de ver nuestro teléfono cada que se prende o llega una notificación. Poco a poco, el cerebro se va acostumbrando a esa recompensa. Y así llegamos al 2021, navegamos en una sociedad llena de zombies, ni les cuento la cantidad de personas que he visto que se golpean contra un poste o se tropiezan en el camino por andar clavados en el celular. En estos 30 días sin redes sociales he devorado libros como no lo hacía hace mucho tiempo. Me concentré en empezar este blog y con éste post estaría llegando a la onceava publicación. Tengo más tiempo para preparar y estructurar las clases de la academia. Pero creo que lo más importante ha sido sentirme dueño de mi tiempo otra vez.


No puedo evitar recordar una obra maestra del séptimo arte. Una película que marcó a toda una generación. Estrenada en 1999, The Matrix se convirtió en un éxito de taquilla por sus efectos especiales y sus escenas de combate, pero además por poner sobre la mesa un debate filosófico que nos lleva a cuestionarnos ¿nosotros controlamos las maquinas, o ellas nos controlan a nosotros? Este mismo debate lo podemos rastrear hasta La Republica de Platón. En esta obra, existe una historia que se conoce como La Alegoría de la Cueva. En ella, el filósofo griego plantea que nos imaginemos un grupo de seres humanos, prisioneros dentro de una cueva. Están encadenados manos y pies y son obligados a ver siempre al frente, hacia una pared. En ella se reflejan sombras de personas y objetos que pasan detrás de los prisioneros y son iluminados por una fogata. Esas sombras reflejadas en la pared son nuestra realidad. El dilema se crea cuando uno de ellos sale de esa cueva y tiene la oportunidad de ver el sol y el mundo exterior por primera vez. Al regresar a la cueva, para contarle al resto lo que ha visto, las maravillas que existen en el mundo exterior, sus antiguos compañeros, aún prisioneros, lo convierten en objeto de burla y lo tildan de loco. Ellos no conocen nada más que las sombras que han visto toda su vida y esa es su realidad.


De cierta manera, me di cuenta que las redes sociales hacen eso, generan sombras que vemos como si fueran reales. La vida perfecta, las vacaciones perpetuas, los billonarios modernos, los cuerpos tonificados, las medidas exactas, son solo sombras de una realidad mucho mas simple, mucho mas humana e imperfecta. Estamos siendo bombardeados por esta realidad virtual que lo único que hace es levantar los cimientos de una casa de naipes que tarde o temprano cae. Podemos ver estas consecuencias negativas en nuestros jóvenes. Tenemos todo al alcance de la mano, literalmente, pero los niveles de ansiedad y depresión nunca han sido tan altos. El cyberbullying por ejemplo, es una atrocidad que los persigue hasta sus casas, mas allá de las horas regulares en la escuela o colegio.

“Si tomas la pastilla azul la historia acaba, despiertas en tu cama y crees lo que tú quieras creer. Si tomas la roja te quedas en el País de las Maravillas y te enseño qué tan profundo es el hoyo. Recuerda, solo te estoy ofreciendo la verdad, nada más.”

Estos 30 días sin redes sociales han sido una vorágine de experiencias y aprendizajes. Esas horas que antes se consumían en un infinito mar de publicaciones de personas y empresas que en realidad no me aportaban en lo más mínimo, se convirtieron en horas de aprendizaje. Me di cuenta que ya no tenía esa compulsión enfermiza de revisar el teléfono cada minuto, de revisar cuantos likes tenían las publicaciones, cuánta gente había visto las historias, se fue ese sentimiento de obligación de tener que publicar contenido a cada momento. Era dueño de mi tiempo otra vez.


Mi conclusión luego de estos 30 días es simple. Empieza a utilizar tu teléfono en lugar de que tu teléfono te use a ti.


*The Matrix utiliza la analogía de una pastilla azul o una pastilla roja para representar el dilema que se le presenta personaje principal. Él debe escoger entre quedarse en la cueva ó ver el mundo como realmente es.


ED

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