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Perlas (propias y extrañas).

“Si las puertas de la percepción se limpiaran, todo aparecería ante el hombre tal como es… Infinito.” — William Blake.


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I

Y así, un día, el ego fue atropellado. Llegó un forastero de una tierra lejana.


En el primer combate, vapuleó al maestro ante la mirada atónita de sus alumnos. Al terminar la práctica, el forastero agradeció con humildad y se fue, para nunca más volver.

 

El maestro se inclinó ante él mientras salía del dojo. Se limpió la sangre de su boca y sonrió levemente, agradecido. 


II

El perro ladró. 

El amo le hizo callar.

 — ¡Estas ladrando a nada! — le recriminó. 

 –¿O acaso hay nada, porque estoy ladrando?– respondió el perro. 


III

Era cachorro todavía. Fue adoptado quince días atrás gracias a una publicación del santuario de animales. El y ella se pusieron de acuerdo para rescatarlo y darle un hogar.


Al volver a casa una tarde, encontraron la raqueta de tenis recién comprada y las zapatillas nuevas tiradas en el piso; más allá, antes de llegar a la cocina, un montón de tierra de los maceteros — rotos por supuesto —y a su lado, unas pobres plantas muertas sobre el piso de madera.


Al entrar a la sala, el pisó un charco de orina y ella vio, un poco más allá, otro charco de orina que humeaba todavía. El relleno de los almohadones decorativos estaba regado por toda la alfombra y el control remoto de la televisión yacía bajo la silla de madera, completamente destruido. 


Los insultos, la rabia y los gritos duraron por diez minutos.


El perrito solo bajó las orejas y se sentó con el rabo entre las piernas, sin entender los extraños ladridos que emitían los dos humanos.

 

Se rascó la oreja con su pata trasera y se acercó a ellos, lamiéndolos de arriba a abajo. Su cola bailaba a un ritmo hipnotizante, como si hubiera olvidado todo lo ocurrido hace pocos minutos; como si realmente supiera vivir el presente. 


IV

Esto sucedió durante un viaje en tranvía, camino a la oficina del abogado para terminar unos trámites pendientes.


Las vi sentadas en el asiento frente a mi: abuela y nieta. Podría haber estado hablando con su abuela de la vida. Preguntándole cualquier cosa, pues se notaba que la vieja tenía casi un siglo de vida y seguramente su mente estaba repleta de experiencias y anécdotas, un tesoro invaluable.


Pero no. La nieta miraba el celular mientras su abuela tomaba, sorbo a sorbo, agua de una pequeña botella plástica. La vieja tenía la mirada perdida en el infinito, con millones de historias atrapadas, queriendo salir. Su nieta a su lado, moviendo el dedo índice de arriba hacia abajo interminablemente sobre el teléfono. Su cara se iluminaba de diferentes colores que emitía la luz de la pantalla.

 

Al día siguiente, su abuela murió. Millones de anécdotas perdidas, atrapadas en ese limbo, para nunca ser contadas.

 

En el funeral, su nieta estaba en la primera fila.

 

La misma cara, 

las mismas luces iluminando su semblante idiotizado, 

la misma pantalla. 


V

Una horda de gente caminaba a paso lento pero constante. Los brazos caídos y las cabezas gachas. De repente vi que soltaban sus teléfonos al piso. Unos se rompían completamente, dejando cientos de piezas desparramadas por la calle, otros perdían la batería con la caída, mientras otros yacían intactos.


Al otro lado de la calle, en una cafetería, vi que una pareja dejó sus celulares sobre la mesa y se levantaron para unirse al mar de gente que recorría la gran avenida central.


Caminaban en manada hacia una enorme mesa de madera ubicada en medio de la plaza central. Sobre la mesa, cientos de miles de lápices de colores: oscuros y claros, brillantes y mate.

 

Todos los colores que existen en el universo. 


Cada uno elegía un color y se acercaba al lienzo blanco para pintar. 


VI

La flor de la orquídea cayó muerta sobre el mesón. 


Las otras, en el esplendor de su corta vida, la miraban desde arriba. A esa hora de la tarde —  que alguna distinguida gente llama golden hour— el sol las golpeaba de una manera peculiar, generando un efecto que multiplicaba su hermosura.


Recogí la orquídea muerta y me quedé admirándola en silencio.

 

Su color era pálido con respecto a las otras. Sus pétalos arrugados y caídos, aún así no perdía su belleza, solo era diferente.

 

La belleza de una orquídea muerta.


 — Todos morimos — dije — hasta la flor más hermosa del universo debe morir. 

Y hasta en ese hecho tan crudo existe, de alguna manera, algo de belleza. 


VII

La séptima. 

A veces, 

solo a veces, 

…no hay nada que escribir. 


VIII

Pobre Marco Aurelio, 

mil ochocientos años después… 

…todo el mundo se deleita al leer su diario personal.


IX

En el Jiu Jitsu y en la vida;

Cuando estés ganando: respira profundo, piensa y luego ejecuta.

Cuando estés perdiendo: respira profundo, piensa y luego ejecuta.


X

Se ubicó en la estación de servicio para llenar el tanque de su Ford Raptor V6 de 3.5 litros con aproximadamente 450 hp y 510 lb-ft de torque.


La había comprado el año anterior en $104,500 con todos los extras habidos y por haber. Una absurda cantidad de dinero pero su vecino, el Juanfer Jaramillo Illingworth y su primo Gonzo ya la tenían, así que era imposible quedarse atrás.

 

Se bajó de la enorme nave y empezó a caminar hacia el automóvil de atrás.


Antes de acercarse a la ventana del conductor se retiró su gorro con las dos manos y la sostuvo al frente suyo, como un recipiente.


Tocó la ventana con el nudillo del dedo anular y esperó que el joven abra la ventana.


 — Amigo — dijo — me ayuda con $3 para la gasolina.


XI

Se abren las puertas del camerino y empiezo a caminar hacia el ring.


Atrás quedó el olor pestilente a sangre y sudor, mientras me seduce otro olor. Es un olor a miedo que sale por mis poros. Me acuerdo de todas las veces que he tenido que ir al sauna para cortar peso — si la temperatura es la adecuada, en cuestión de segundos tu piel comienza a expulsar gotas de agua por la piel. Así mismo sentía que el miedo salía y perfumaba el espacio a mi alrededor.


Curioso, sin embargo, como esas gotas de miedo empezaron a cambiar a medida que me acercaba al ring. Cada paso contrarrestaba el miedo. Cada paso me empoderaba. Y a medida que controlaba mi respiración, sentía que ese miedo se transformaba en algo más.


Es difícil de explicar, pero una vez que llegué al perímetro del ring, todo ese miedo había desaparecido.


De repente, nada podía hacerme daño.


Era invencible. 


XII

Forma de agradecimiento superior…

… a la persona que te acaba de estrangular ocho veces en cinco minutos, durante un combate de Jiu Jitsu.  


XIII

“Crecer por crecer”, es la filosofía de la célula cancerígena. 


XIV

Qué difícil pretender ser tú mismo todos los días.


XV

Lejos, muy lejos.


Me dí vuelta para ver de donde provenía ese molestoso silbido que no me permitía enfocarme en el escrito. El viento empujó la ventana y la abrió tan solo un poco, lo necesario para generar el impertinente sonido. Me levanté de la silla, caminé hacia la ventana, la cerré y giré el pestillo. Mientras regresaba a mi escritorio para seguir trabajando, giré la cabeza y lo vi acostado encima de la cama, con su cabeza apoyada en mi almohada.


Un perro blanco, pequeño, rescatado de las inclemencias de la calle, vivía su mejor vida. Podría estar como ave carroñera, buscando comida en las afueras de los restaurantes o mendigando por el centro de la ciudad. Podría haber sido atropellado por uno de los miles de automóviles que transitan la avenida donde fue encontrado. O quizás lo podría haber adoptado por una familia llena de problemas, cuyo hijo con tendencias psicopáticas lo hubiese torturado-o peor. Pero no, aquí estaba, viviendo su mejor vida.


Me puse a pensar en qué tan lejos está este animalito del canis lupus — el majestuoso ancestro del perro doméstico, el lobo gris.

 

¿Cómo diablos pasó un lobo a convertirse en este animalito que tenia al frente?

 

Pues aún no lo entiendo. Luego, giré la cabeza a la izquierda y me vi en el espejo largo del dormitorio. Entonces me pregunte lo mismo, ¿qué tan lejos estoy yo de aquel ser humano que cazaba animales enormes con armas inventadas y que escalaba montañas con pies y manos libres sin abrigo, y el hombre que encontró el fuego y lo supo almacenar, el que formó las primeras tribus para asegurar su existencia como animal social?


Volví a ver a Ramoncito, quien ahora se había girado y mostraba su panza, una típica señal de sumisión y confort.


Me volví a ver al espejo y me dije:


Lejos, muy lejos. 


XVI

 — Sos un pelotudo — me dije mientras caminaba por la atestada avenida en pleno rush hour


Me reí. 


 — No soy ni pelotudo, ni argentino, ¿porqué carajo dices sos? — me respondí en voz alta.


Me reí nuevamente. Pero mi sonrisa se contuvo al ver que la señora que caminaba a mi lado me miraba aterrada. 


XVII

Cuando finalmente encuentras el camino, lo verás en todo. 


XVIII

La última bocanada de aire antes de hundirte en alta mar. 


Miro alrededor y veo una sociedad desesperada. Trata, con bastante dificultad, de tomar un último respiro de lo que alguna vez disfrutó esta generación en su niñez.


Supongo que es el mismo sentimiento que nuestros abuelos tienen al ver a hombres vestidos de mujer, o parejas homosexuales que adoptan niños, o esa gente que se viste como perro y se ponen correas para que otros los lleven a pasear. 


Una sociedad que supura un sentimiento de angustia, rogando por que las cosas no cambien. No se dan cuenta de que la naturaleza misma del universo es el cambio. Todo cambia constantemente, absolutamente todo. 


Cambia nuestro estado de animo, nuestra percepción de las cosas, así también cambian las hojas de los arboles y las mareas.

 

Quizás en lugar de agitar desesperadamente los brazos, sea mejor aceptar y solo flotar en alta mar. A lo mejor, si tenemos suerte, una corriente nos arrastre a tierra firme. 


XIX

No es plantar y cosechar…

…es plantar, 

regar, regar, regar, regar… 

…y solo después: cosechar.


XX

El Gitano

Rafael Ruiz de Concha y Toro nació un 13 de Febrero del año 2001. Toda la barra brava del equipo ciudadano lo conocía como El Gitano


Fue el mejor jugador de la cantera del equipo. Un volante ofensivo con caracteristicas propias de los futbolistas neerlandeses. Una grave fractura de tibia y peroné, seguida de tres operaciones mal logradas, lo alejaron del sueño de ser futbolista profesional. Se dedico a la carpintería, junto a su padre— pero nunca dejó de seguir al equipo. 


A los veinte años ya era el comandante del Comando Sur, el grupo armado de la barra brava del equipo. 


A los veintinueve años, el capitán del equipo se acerco directamente para hablar con el, después de la desastrosa temporada que culminó con el descenso de su equipo a la serie B.


A los treinta y cuatro años perdió su trabajo y la custodia de sus hijas. Sucedió cuando se fue dos semanas detrás del equipo para los partidos de octavos y cuartos de final para obtener el cupo y regresar a la primera división nacional.


El equipo perdió… pero el Gitano perdió aún más.


A los cuarenta y nueve años — veinte años de ver a su equipo en la serie B — el equipo se disolvió. Una empresa internacional compró el derecho de participación del equipo en la federación, cambió el nombre del equipo, los colores, y hasta el nombre del estadio.


A los cuarenta y nueve años, El Gitano, salió a buscar trabajo por primera vez en su vida. Llegó a la entrevista vestido con la camiseta de un equipo que ya no existía. 


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