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Solo Por Hoy

Éste es el mantra que utilizan los adictos en recuperación. El concepto es sencillo, fácil de entender y poner en práctica. Se trata de no consumir (cualquiera que sea la substancia que genera la adicción) durante las próximas 24 horas. La idea es replicar al día siguiente lo mismo, y el siguiente y el siguiente y el siguiente...

Kintsugi: La práctica japonesa de reparar fracturas de la cerámica con resina de oro nos habla directamente a todos: a veces los defectos son las más grandes virtudes.

El 11 de Marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud declaró al COVID-19 como una Pandemia. Cines, gimnasios, bares, restaurantes, escuelas, universidades, todo cerrado. Todos internados en sus casas observando como el miedo se apoderaba del planeta. Fueron meses muy duros en lo personal, no puedo ni imaginar lo que atravesaron personas menos afortunadas.


Y así, un día, se apagó el mundo.


Las reuniones de recuperación de adicciones son una terapia muy poderosa. Tuve la necesidad, o quizás la suerte, de participar de algunas durante mi vida. Algo que me llamó mucho la atención fue la costumbre de sentarse en círculo, me daba una sensación de seguridad y unión. En estas reuniones aprendí que todos los seres humanos somos vulnerables a caer, independiente de tu posición social, de tu trabajo, de tus estudios o de la fortaleza que crees (o no) que tienes. "Algunas veces tienes que tocar fondo, para coger impulso y salir" me dijo mi mamá, ella siempre tiene las palabras correctas para el momento preciso. Ésta frase se quedó tallada en lo mas profundo de mí y la uso hoy en día en mis clases. Identificarte con otras personas te ayuda a sanar. Escuchas vivencias similares a las tuyas y además la horizontalidad y franqueza que se respira en esas reuniones te ayudan a poner las cosas en perspectiva.


El año 2020, nos ayudo a todos a entender estas tres palabras:


Solo Por Hoy.


Nadie se imaginó que un día, de la nada, cuando todo parecía transcurrir con normalidad, nos iban a encerrar en la casa a partir de las 2pm. Nunca hubiera imaginado que dar clases de jiu jitsu se iba a convertir en un crimen de estado. Los primeros días de entrenamiento luego de 2 o 3 meses de encierro se desarrollaron en un tono sombrío, de celeridad, siempre vigilando que no venga un funcionario municipal a clausurar la academia, a llevarnos presos por hacer algo que, en todo caso, nos hace más bien que mal. Parecía una obra de Dalí llevada al cine, nada tenía sentido. Ahora, un año después del apocalíptico anuncio de la OMS, entiendo que nadie nos asegura nuestro futuro. Ayer fue la Pandemia, mañana una guerra nuclear, pasado mañana el derretimiento de los polos. Recordé que no debemos dar nada por sentado, por que el hoy es aquí y ahora, tal vez si lo dejas para mañana, sea muy tarde.


Lo primero que enseñamos al alumno nuevo en su clase de introducción al jiu jitsu, tiene una connotación filosófica bastante profunda. Le enseñamos a caer y a levantarse. Así como en el arte japonés del kintsugi, que consiste en reparar las fracturas de una cerámica con barniz de oro, tenemos que aprender a llevar con orgullo nuestras caídas y fracasos, de la misma manera que una madre lleva consigo las cicatrices de su embarazo. Porque a pesar de las batallas perdidas, y les aseguro que habrán muchas a lo largo de nuestra vida, tenemos la obligación de encontrar esa fortaleza para ponernos de pie. Tenemos que honrar a las generaciones que nos preceden y seguir luchando, mostrando nuestra historia a través de esas cicatrices.


Muy acertado fue Rumi, el gran poeta persa cuando dijo que "La herida es el lugar por donde entra la luz."


ED


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